Por: Nury Astrid Gómez*
Quizá el aumento en la participación de votantes en primera vuelta presidencial es el hecho democrático más significativo luego de los acuerdos de paz. Una contienda emocional, libertad de expresión desmedida, redes sociales incendiadas y el retorno de la plaza pública, deja dos candidatos ganadores tan diferentes en forma como fondo; enfrentan dos ideologías contrarias y dos caras ciudadanas que hasta hoy no conocíamos.
Y ganó Duque sin tanta comodidad como se pronosticaba: Más que el miedo a ser una segunda Venezuela, pudo la tradición y la marca Uribe Vélez que tiene la capacidad de conmover, convencer y movilizar ciudadanía de todo estrato y sector. Tres perfiles de Duque convencieron: el primero, un candidato entrenado en responder con contundencia los temas álgidos de seguridad, paz, justicia, reformas, leyes, familia… acorde a las posiciones más conservadoras; un segundo Duque, jovial, conversador, que gusta del fútbol, el vallenato, el baile; que habla de economía naranja e inspira a los jóvenes (emprendedores independientes que no han pedido nunca ayuda al gobierno para hacer empresa) y un tercer perfil, de familia tradicional que simboliza tanto para católicos como cristianos la perfecta unión y el deber de una familia tradicional.
Primera vez la izquierda en segunda: Y como si fuera una victoria de la revolución social colombiana, es la primera vez que un grupo de izquierda llega a segunda vuelta, y esto es gracias al proceso de paz. Un Gustavo Petro con más habilidades comunicativas que técnicas convenció un número importante de jóvenes (fue su principal grupo elector) de apostar por un cambio, por un ideal de país donde el Estado se robustece y extiende su poder. A Petro pocos le acompañan y parece omnipresente y un mago para manejar todos los asuntos. Ahora, en segunda vuelta tendrá que destapar sus cartas y convencer con quién, cómo y cuánto gobernará él y cuál será la apuesta de transformación más allá de su discurso.
La deuda de Humberto de la Calle es del Partido Liberal.El menos liberal de todos los liberales según tradición partidista no logró recoger el sentir de la opinión sobre la capacidad y posibilidad real de pasar a una segunda vuelta. A Humberto de la Calle le cobran los colombianos un proceso de paz sin favor de las víctimas, la bendición de Santos, una consulta de 40 mil millones de pesos y un jefe político como César Gaviria y apoyo de Ernesto Samper. Una campaña equivocada con demasiados cambios y sin conectar audiencias se basó en unas redes sociales que movilizaron mucho apoyo y poco compromiso. De la Calle perdió las elecciones desde el día de la consulta liberal.
Gran responsabilidad de la devastadora derrota, se debe al rojo liberal que tiene tantos matices y tonos como líderes hay en los territorios. Un liberalismo unificado será el reto para las nuevas generaciones liberales que esperan la salida de contienda de los viejos Serpa, Gaviria y Samper, quienes han convertido el partido en una ruleta rusa que se vende al mejor postor. Sin plataforma, liderazgo, electores y protagonismo mediático y gubernamental, el partido liberal se obliga a un profundo cambio inmediato y contundente si quiere revivir en las próximas elecciones regionales.
Madura la ola verde. El optimismo es tan contagioso como el miedo; esa parece la frase verde de hoy. Esta casi victoria de Fajardo se le debe en gran medida a la capacidad movilizadora de Claudia, Antanas, Angélica y los verdes, más que al mismo Fajardo. La ola verde de hace 8 años ya creció y ahora son votantes convencidos y con capacidad influenciadora. Ya no son simples adolescentes con ganas de cambiar el mundo sino que están en cargos y medios que les permite hablar con voz propia. El coqueteo político empieza ahora y serán los verdes maduros que definirán el rumbo del país y el auge de una ciudadanía de opinión tan relevante como decisiva.
Es la hora para profesionalizar el ejercicio político: Oportunidad de oro para la comunicación política, sus defensores y para quienes estamos convencidos en profesionalizar la política y sus prácticas en el acercamiento de los gobernantes con los ciudadanos. Es el momento adecuado para que posibles candidatos reflexionen y aprendan que ya no basta contar cabezas y base de datos de «líderes» que asumen la participación ciudadana como propia y «loteada» para «venderse» al mejor postor.
*Politóloga. Especialista en Comunicación Política. CEO Máximo Impacto Consultores