Hoy me retiro del Partido Verde, por el que voté en las elecciones presidenciales en 2010, al que me inscribí el 8 de noviembre de 2010 (por primera vez en mi vida hacía parte de un partido político) y por el que me presenté como precandidato a la Alcaldía de Medellín para las elecciones del 30 de octubre de 2011.
Me retiro por decepción total y porque no veo opciones de lograr dentro del Partido Verde lo que muchos pensamos y soñamos al hacer parte de la Ola Verde y al sumarnos formalmente a un partido político: construir un partido democrático, realmente democrático. Construir un partido ética y políticamente diferente. Un partido serio, coherente. Hacer parte de un partido que predicó que no todo vale y en el que muchos defendimos hasta el cansancio (¡y nos cansamos!) que el fin no justifica los medios. Pensamos construir un partido basado en agendas programáticas, en generación de soluciones para los grandes problemas de este país, y el partido se ha quedado, en buena parte, en el fortalecimiento de 3 o 4 figuras personales y personalistas, todos ellos por cierto directivos del propio partido, y esos mismos directivos han decidido aliarse con los partidos políticos tradicionales, algo que rechazamos muchos de quienes votamos por Mockus y Fajardo en 2010.
La gota que llenó el vaso fue la decisión de sus directivos de sumarse a la Unidad Nacional del Presidente Juan Manuel Santos. Es decir, el Partido Verde está desde hoy en la misma mesa de gobierno con el Partido de La U, el Partido Liberal, el Partido Conservador, el Partido Cambio Radical y el Partido de Integración Nacional (el famoso PIN, y es famoso porque muchos de sus dirigentes o militantes están condenados por paramilitarismo). No estoy de acuerdo con hacer parte de esa alianza, de esa unión burocrática, pero además los directivos del Partido Verde ni siquiera pusieron este tema en consideración de quienes somos –fuimos- sus miembros. Y, para colmo de colmos, ni siquiera ellos comunicaron la decisión sino que fue el Presidente Santos quien lo informó en su discurso al país en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la República, ayer miércoles 20 de julio. Nos enteramos por otros de lo que nuestros directivos cocinaron entre ellos.
Me retiro del Partido Verde porque no quiero hacer parte de esa Unión Nacional, conformada por los partidos que se han robado este país y que tienen a Colombia sumida en el peor de los mundos: la mayor inequidad del continente, según Naciones Unidas. El mayor desempleo del continente, según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina). El país con mayor gasto militar por habitante. Uno de los países con mayor corrupción (y eso que solo conocemos un pedacito de esa infame corrupción). El segundo país, después de Sudán, con mayor número de desplazados del mundo. Y el único país del continente que no ha superado su conflicto interno.
Debo decir que el Gobierno de Juan Manuel Santos ha resultado mejor de lo que esperaba (realmente no esperaba mucho). En este año ha habido avances importantes en temas claves para el futuro nacional, en especial la Ley de Víctimas y el Estatuto Anticorrupción. Pero no veo avances en la agenda que nos tendría que importar más: los programas sociales, educativos y culturales, esas tres realmente las herramientas claves de la transformación. Como tampoco veo avances en uno de los asuntos claves para Colombia y en el que también somos de los más atrasados en el continente: la infraestructura vial y la recuperación de los ferrocarriles y de los ríos para el transporte de carga.
Ángela Robledo, excelente Senadora del Partido Verde, dijo algo que comparto: no hay que estar en la Unión Nacional para respaldar las buenas medidas del gobierno y haber mantenido la independencia era mucho más importante como partido.
Perdimos la oportunidad de construir un partido diferente. Ese reto le quedó grande a nuestros directivos, a todos nuestros directivos. Tomaron decisiones equívocas y equivocadas. No consultaron esas decisiones. Menospreciaron a miembros, simpatizantes y precandidatos. Las ambigüedades y las dilaciones fueron más importantes que los debates serios y que las decisiones. Se volvieron autistas y autocráticos. En muy pocos meses lograron usar al Partido Verde para sus propios intereses. Le dieron prioridad a los resultados inmediatos en lo electoral y no a los procesos de mediano y largo plazo que nos permitieran construir una alternativa al bipartidismo que ha marcado (y matado, literal y metafóricamente) a este país. Se olvidaron de la formación de la cultura política, pasaron por encima de los principios, olvidaron la ética, hicieron a un lado la política. Se volvieron politiqueros.
El 2 de mayo renuncié a mi aspiración a la Alcaldía porque no quedaba otro camino decente: esos mismos directivos habían decidido que Medellín no era prioridad electoral y habían optado por ofrecerle el apoyo al Partido Liberal para ganar la Alcaldía de Medellín a cambio de que el Partido Liberal los apoyara para ganar la Gobernación de Antioquia. No estuve de acuerdo. Insistí –sin éxito, como es evidente- que deberíamos tener candidatura propia a la alcaldía de Medellín y propuse trabajar conjuntamente las candidaturas a Gobernación de Antioquia y a Alcaldía de Medellín. Renuncié y me marginé de las elecciones pero dije que no me iba del Partido Verde porque en los partidos debían caber, precisamente, las divergencias y diferencias. Y dije que yo no me había inscrito en una iglesia sino en un partido. Que las iglesias son de dioses y dogmas, de actos de fé. Y los partidos son (o deben ser) de colectivos, de ideas, de análisis, de construcciones.
Hace solo 8 días le respondí a unos amigos que yo seguiría haciendo parte del partido porque en algún momento quienes pensamos diferente podríamos ganarle espacio a esos directivos politiqueros y electoreros, representantes ellos y ellas también de lo que es necesario cambiar en la política colombiana. Pero hoy decido irme. No hay caso. Lío mis bártulos y me voy. No afectará a nadie mi renuncia porque hasta hoy fui un militante más, de esos a los que los directivos ni escuchan, ni consultan, ni informan, ni responden.
Otra decepción de la política en este país. El partido verde (así, en minúsculas) le quedó grande a sus directivos.
Recuerdo ahora una frase que viene al caso, esa que sale en la última escena de La Estrategia del Caracol, la maravillosa película de Sergio Cabrera: Ahí les dejamos su hijueputa casa pintada.
Jorge Melguizo