Por: Esteban Carlos Mejía
“Algunos no ven la rosa, pero examinan con atención las espinas del tallo”.
Así hablaba Luciano de Samosata en el siglo II, una enseñanza que ayuda a conciliar el sueño, a tolerar las adversidades del prójimo y a soportar la vida ordinaria. Pero cuando uno se fija en la izquierda colombiana, la maltrecha rosa se deshace entre los dedos y sus espinas se clavan en el alma candorosa de quienes aún creemos en la redención de nuestra nación. Me refiero, por supuesto, a la izquierda democrática. O sea, a la izquierda que, al menos de dientes para afuera, respeta y acata la Constitución de 1991, una constitución más o menos decente, surgida del consenso de las fuerzas políticas que predominaban en ese entonces. ¿Cuáles son las espinas de la izquierda? Las más chuzudas son el caudillismo y el dogmatismo.
Sobran caudillos en el Polo Democrático Alternativo y en los Progresistas. Clara López. Petro. Navarro Wolff. ¿Lucho Garzón? Bueno, más bien son pichones de caudillo, embobados por parecerse a Daniel Ortega, Nicolás Maduro o Evo Morales, caciques que mal gobiernan en Nicaragua, Venezuela y Bolivia. Ah, olvidaba a Cristina Fernández viuda de Kirchner. ¿Rafael Correa? No sé: un día parece izquierdista y al otro, derechista. Tampoco incluyo a Lula ni a Dilma Rousseff: su gobernanza tiende a lo colectivo. Ahora, volviendo a los pichones, sus exagerados egos sólo generan desespero y antipatía. Son síntoma de atraso ideológico e insignificancia política. Quitan votos a granel.
El dogmatismo es peor que el caudillismo. Es una especie de wishful thinking, pensar con el deseo. Es acomodar la realidad al pensamiento, no al revés. Es creer en la infalibilidad e innegabilidad de las ideas propias. La izquierda marxista o filomarxista se ha nutrido (y se nutre) de dogmas, sin dudas ni críticas. Dos ejemplos al azar. El muro de Berlín cayó en 1989 y con sus ladrillos se derrumbó también el llamado “socialismo real”, es decir, la Unión Soviética. ¿Alguien en el Partido Comunista Colombiano, prosoviético hasta la médula, hizo un análisis concreto y crítico de esa coyuntura? ¿Alguien hizo deducciones relevantes? ¿Una conclusión hacia el futuro? ¿Y alguien en el MOIR, maoísta de maoístas, ha analizado con rigor y objetividad la evolución (o involución) del Partido Comunista de China? ¿Alguien habrá sacado una inferencia trascendental? No creo. Si mucho le habrán echado la culpa a Gorbachov o a Deng Xiaoping. Porque el dogma es una venda o anteojera.
La izquierda colombiana debe ir más allá de Marx y Lenin. ¿Estaré delirando? A lo mejor. Sería como pedirle al Opus Dei que vaya más allá de monseñor José María Escrivá de Balaguer, santo de toda santidad. Hace falta una izquierda menos religiosa, menos sectaria, más libertaria, más abierta, más pragmática, menos intransigente, una izquierda sin dogmas ni caudillos. ¡Ay de la rosa! ¡Ay, las espinas!
Fuente: ElEspectador.com