Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra
Desde GaleriaPolitica.com hacemos seguimiento a las campañas políticas regionales que, la verdad sea dicha, ya comenzaron, a pesar de la expresa prohibición del Concejo Nacional Electoral. Algunos políticos lo han hecho a través de movimientos para recoger firmas, por lo que les es permitido exhibir su imagen antes del 25 de julio, y otros más lo están haciendo, para no dejarse ganar de los que recogen firmas, con el argumento de estar escuchando las propuestas de la ciudadanía para construir sus programas. Ambas, verdades a medias.
Si el asunto fuera simplemente de recoger firmas para mantener la independencia de los partidos, no se recibirían avales a diestra y siniestra, como está sucediendo actualmente con algunos precandidatos. No nos digamos mentiras, lo que realmente les importa es hacerse visibles para tener la ventaja de unos meses sobre los otros candidatos. Y si el asunto fuera de escuchar las propuestas de la ciudadanía para construir sus programas de gobierno, estas deberían tener un claro filtro político y filosófico para aceptarlas o descartarlas de acuerdo con la ideología del partido. Es claro que no se pueden recibir todas las propuestas y menos a través de Tweets, pero la verdad es otra.
Es comprensible el deseo de arrancar la carrera desde ya para ir sumando votos. Tres meses pueden ser muy poco para llegar a ser reconocido en las ciudades y los departamentos. ¿Cuándo terminarán de recoger firmas y hacer sus talleres de propuestas? Claro, justo antes de que la ley permita comenzar abiertamente las campañas. Sin embargo, comenzar antes también implica comenzar a gastar antes y deber mayores favores políticos y económicos. Los equipos de profesionales en diseño y comunicación, los gastos logísticos y la publicidad no son gratuitos, por muchos voluntarios que haya en las campañas. Los grupos económicos y políticos locales lo saben y comienzan a hacer sus apuestas invirtiendo en sus cartas favoritas.
Hace días, un ex concejal (que no es candidato ahora) me comentaba que había recibido un jugoso cheque de una reconocida empresa local para apoyar su campaña. Le pregunté si no le molestaba ese tipo de «donaciones» y el compromiso tácito que se asumía en esos casos. Me dijo que él lo tomaba como un apoyo de la empresa privada local para luchar contra la corrupción que financiaba a otros candidatos, pues a ese tipo de empresas no les interesaba que les devolvieran el favor. Me sorprendió ese tipo de justificación, más aún tratándose de un miembro de los llamados fajardistas cuyo mantra es «quien paga para llegar, llega para pagar».
El principio filosófico anarquista dice que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente y parece tener razón. Casi todos los hombres y mujeres que han decidido luchar por ocupar algún cargo público han comenzado ya su carrera electoral para obtenerlo. No importa que la ley diga lo contrario. Justifican sus acciones, como suelen hacerlo los políticos, por medio de elaboradas elucubraciones mentales y morales. Tal vez sea tiempo de adecuar la ley a nuestras realidades y dejar que las campañas comiencen desde antes para que, por lo menos, acabemos con la cínica situación de que quienes hacen y dicen defender las leyes sean los primeros en incumplirlas.