Faltan ocho meses y medio para las elecciones y pasa lo propio de esta época: en medio de alianzas que se configuran -o desconfiguran- los precandidatos están armando sus equipos de trabajo.
La mayoría se rodea de sus amigos. Algunos optan por seleccionar gente afuera de su círculo más cercano y llaman a profesionales que se destaquen en un oficio particular.
Otros, pocos, están buscando una figura integral. Alguien que no solo sepa de mercadeo, sino que tenga dominio de medios, que sepa entender la opinión pública, interpretar una encuesta, comunicar un plan de gobierno. Alguien que logre poner a su jefe en boca de todo el mundo y que eso, a la postre, se convierta en votos.
A eso se dedican los consultores de campaña. Ellos no esperan cuotas burocráticas. Ellos esperan que su cliente gane, para ponerle estrellas a su propio currículo.
Colombia está llegando tarde a esta tendencia. Lo que en Estados Unidos ha sido casi un principio de la democracia, en el país es solo una tímida práctica con aciertos y costosas equivocaciones.
Así lo plantea Juan José Rendón, el controversial consultor que acompañó la campaña de Juan Manuel Santos. «Hay una generación de muchachos que están aprendiendo y serán muy buenos en el futuro. Por ahora, en Colombia hay tres esquemas de asesoría. Están las empresas transnacionales que trabajan lo que se conoce como asuntos públicos y han migrado a la consultoría política. Después están algunas agencias de publicidad que realizan campañas estacionalmente, eso hace que el enfoque de la campaña sea eslogan, afiche, foto, frase».
Y luego, dice Rendón, están los estrategas o consultores de campaña. «El consultor tiene que volar mucho, estudiar mucho, absorber culturas muy rápido. Adaptarse a la idiosincrasia de cada país o región. Entender encuestas, tener capacidad de síntesis, ser ecuánime en la toma de decisiones. Debe tener una energía particular para manejar situaciones de estrés muy alto y tiene que saber establecer relaciones de mucha confianza, no solo con su jefe, que es el candidato, sino con el resto del equipo de campaña».
Este experto afirma que todo el esquema de comunicación de una campaña es apenas 10 por ciento del esfuerzo general de la misma. «Puede haber un gran esfuerzo comunicacional sin lograr un efecto positivo. Por eso, un consultor debe involucrarse en los procesos de organización de la campaña, de ver cómo se despliega la militancia, las fuerzas. Debe estar atento a la motivación de los del equipo y de su candidato con la gente. Después, debe asegurarse de que esas personas puedan argumentar la idea del candidato desde la mesa de comedor de su casa y por último logre movilizarse el día de la elección».
Empaparse de realidad
Andrés Segura, coordinador del diplomado de marketing político de la Universidad del Rosario, explica que esta figura será muy importante en la contienda de 2010, sobre todo en las ciudades y los departamentos más grandes.
«El consultor debe tener en cuenta todos los escenarios para calcular cómo llegarle a la gente y ganar las elecciones. No basta con el publicista que sabe comunicar una idea o hacer afiches bonitos. Tampoco puede ser alguien estrictamente político porque tiene que saber de comunicación y de cómo se llega a la gente. Su trabajo es articular variables y hablarle al oído al candidato. Esa persona tiene que saber qué está pasando en coyuntura, tener en cuenta el historial político de su candidato».
Para el analista de la firma Política y Marketing, Carlos Andrés Pérez, aunque la publicidad y las comunicaciones cumplen un papel determinante a la hora de dar conocer el mensaje de la campaña, están al servicio de los temas que motivan la gente a votar. «Por ejemplo en 1998 la gente quería un proceso de paz con la guerrilla y en 2002 fue la mano dura lo que la sacó a la calle el día de la elección. La diferencia entre hacer una campaña con estrategia y una que sigue sólo las costumbres tradicionales, es que en la primera se ponen en marcha mecanismos para saber qué piensan las personas que podrían votar por el candidato en un momento dado y a partir de ahí se estructura el trabajo».
La política, dice Andrés Segura, ya no se hace con lechona, cerveza y promesas al vacío. «La gente está más preparada y no admite equivocaciones. Hoy los electores, incluso aquellos en las áreas rurales, se toman el trabajo de pensar en qué es lo que más les interesa».
Los medios han contribuido a ello, las malas experiencias del pasado también enseñaron que las decisiones políticas son determinantes para el futuro. Y esto no es lo que se conoce como voto de opinión, se trata de llegarles a los ciudadanos con una estrategia posible que ataque los problemas más agobiantes. Todo eso lo tiene que interpretar el consultor si quiere conseguir votos.
Contexto
Bajo perfil, carta de presentación
Si el candidato sube en las encuestas y la gente repite su nombre, el estratega se da por bien servido, así nadie sepa quién es el artífice de ese logro. El bajo perfil es regla en este oficio. Lo explica el analista Carlos Andrés Pérez. «Los consultores deben jugar un papel muy discreto en una campaña; es más, desconfío de los que se publicitan más a sí mismos que a los candidatos que asesoran, esto último -sin duda- le genera problemas a la campaña y al aspirante. Son más efectivos los asesores anónimos especializados en temas específicos que los estrategas faranduleros, por eso creo que los jugadores importantes no se dan a conocer ya que no es normal mantener un perfil alto en esta profesión».
Fuente: Elcolombiano.com