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Por: Ana Oramas
Las calles de Venezuela se tiñeron de rojo tras la muerte de su presidente Hugo Chávez. La marea que ha arrastrado a miles de venezolanos a Caracas para despedir a su máximo mandatario se irá evaporando paulatinamente para dar paso a un nuevo ciclo en el que el chavismo tendrá que enfrentarse sin apenas descanso al veredicto de las urnas sin la presencia de su omnipresente líder.

Tras el estado de shock que se vive en todo el país, pese a que la muerte de Chávez era la crónica de una muerte anunciada, Venezuela se desliza hacia un nuevo periodo en su Historia en el que sus ciudadanos tendrán que decidir si dan su voto de confianza a los herederos del chavismo o apuestan por un cambio. La palabra, en todo caso, la tendrán siempre los venezolanos y venezolanas.

Conmocionados por el fallecimiento de uno de los líderes políticos más carismáticos que ha habido en América Latina en el último siglo, los venezolanos apenas tendrán tiempo para recuperar la cotidianeidad y enfrentarse a un nuevo proceso electoral que no estará exento de una profunda incertidumbre. Un proceso que no será nada sencillo. En una sociedad tan sumamente polarizada será necesario que todos, los de un bando y de otro, sean capaces de diseñar una transición pacífica y democrática para evitar una salida traumática.

“La historia apenas comienza”, señalaba el diario venezolano El Universal en uno de sus últimos editoriales. Una historia que, según La Opinión de Bolivia, debe trazar un camino “para superar no sólo la extendida violencia urbana, sino también los desequilibrios económicos, otrora contenidos en gran medida gracias al liderazgo del extinto presidente venezolano, que supo granjearse el apoyo del pueblo a un nivel sin precedente”. Desde Canarias seguimos siempre muy de cerca lo que sucede en Venezuela. Un país que en su momento acogió generosamente a miles de canarios que emigraron hasta allí huyendo de la miseria y en el que siguen viviendo muchos de sus descendientes. Los lazos que nos unen son tan fuertes que es difícil abstraerse en Canarias de lo que sucede en Venezuela y no sentir una honda preocupación sobre la nueva vía que ahora se abre al otro lado del Atlántico.

Por eso, más allá de si el chavismo sobrevivirá a la muerte de su líder, lo que más nos inquieta es cómo se resolverá una encrucijada que pasa por la convocatoria de elecciones y la configuración de un Gobierno de transición que garantice la estabilidad en un país en el que convive, tras la muerte de Chávez, el duelo de quienes más lamentan su marcha y las prisas de aquellos que claman un cambio inmediato.

La ansiedad es mala compañera de viaje cuando el futuro de un país se debe decidir de manera tan apresurada como en el caso al que ahora se enfrenta Venezuela. Se impone, por tanto, la necesidad de un diálogo nacional para garantizar un tránsito que debe contar con el respaldo de la comunidad internacional para evitar fisuras en un proceso en el que no sólo se decide el futuro de este país sino también el de toda la región latinoamericana.

Chávez logró durante sus catorce años en la Presidencia de la República reducir los dramáticos niveles de pobreza y aminorar la desigualdad social. Pero ha dejado también como herencia “una economía en un estado desastroso pese a que”, como comenta el analista Sami Naïr, “su mandato coincidió con una subida de los precios de las materias primas y la presencia de un sistema financiero internacional lleno de dinero en efectivo y dispuesto a prestar a países como Venezuela”.

La inflación golpea la economía del país caribeño, la industria local se encuentra casi desmantelada y su competitividad está bajo mínimos por su fuerte dependencia de las importaciones. El bolívar ha perdido más del 90 por ciento de su valor durante la etapa de Chávez y las calles de Caracas son más inseguras que Kabul o Bagdad. Difícil escenario, por tanto, para asegurar un marco de estabilidad a corto plazo.

El vacío que deja Chávez es enorme, pero el país está obligado a pasar página de manera tranquila y sosegada para que pueda afrontar con solvencia un futuro que espero y confío sirva para seguir sembrando la política de igualdad que fomentó el presidente fallecido y que contribuya, además, a fortalecer la economía de un país que posee una enorme riqueza que, lamentablemente, nunca ha sido gestionada de manera responsable y competitiva.

Un periodo en el que los descendientes de canarios, muchos de los cuales han sufrido en primera persona la expropiación de sus tierras, tienen mucho que decir. La historia apenas comienza.

*Diputada colación canaria del congreso español.