Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
Quién lo iba a creer, aquel que pronunció la frase «el presidente Uribe es el mejor presidente de la historia reciente de Colombia» y llegó al mayor cargo público del país a través del Partido de la U, se ha convertido en uno de los principales contradictores del expresidente antioqueño ¿Cómo puede explicarse ésto? Algunos hablan de una conspiración capitalina del Partido Liberal, otros de que a Santos se le acabo la paciencia. Me parece pertinente considerar otra opción: un asunto de táctica.
Comencemos por evaluar la primera hipótesis que considera que Juan Manuel Santos fue infiltrado en el gobierno Uribe por Partido Liberal ante el ayuno de poder que ya ajustaba más de una década y la molestia de la aristocracia Bogotana. Es difícil considerar esta opción si se tiene en cuenta que apostaron divididos en la primera vuelta presidencial por medio de Santos, Lleras y Pardo y que para la segunda vuelta Pardo y Gaviria, fórmula oficial liberal, terminó más cercana a Mockus y Fajardo que a Santos y Garzón.
La otra hipótesis es que Santos ya no aguantó más las embestidas del expresidente y terminó revelando, en una desafortunada coincidencia con la Cumbre de Las Américas y ante los medios internacionales que ahora lo presentan como un líder regional, que todo el problema había comenzado porque no había seguido las recomendaciones del expresidente para nombrar a sus ministros y que Uribe ya era cosa del pasado.
¿Del pasado? por momentos da la impresión de que a quien más le interesa mantener vigente a Álvaro Uribe es al propio Juan Manuel Santos ¡Y la falta de cabeza fría de Uribe sí que le ayuda! De otro modo no tendría como jugar a la unidad nacional congraciándose con la izquierda local y mostrándose como un progresista ante la comunidad internacional, al tiempo que mantiene con el establecimiento y los propios uribistas su antigua relación burocrática y de derecha.
Así el presidente Santos conserva un estrecho, pero permanente, margen de maniobra que distrae la atención de la oposición sobre el expresidente Uribe a la vez que se presenta como la voz natural del oficialismo. Más de un año y medio después de la posesión de Santos, la mayoría de los columnistas continúan enfilando sus baterías contra Uribe y sus exministros dejando allanado el camino para que el gobierno Santos ejerza el poder sin mayores problemas de opinión.
No es claro si fue su idea inicial pero hasta hoy todo parece indicar que el presidente descubrió una táctica que le ha resultado eficaz y que seguirá usando convenientemente para lograr sus objetivos políticos al mostrarse como el representante de la oposición y del oficialismo a la vez, distrayendo hábilmente la atención del país sobre temas neurálgicos como la aprobación de leyes, el TLC con EEUU, el invierno, los grupos ilegales, la seguridad y las cifras sociales.