Por: Julio Gonzalez Villa*
Mucho me resistí a leer a Gabriel García Márquez. Su clara tendencia de izquierda comunistoide atacando a las libertades económicas, su cercanía con el régimen oprobioso de los Castro, por ende con grupos violentos y asesinos como el ELN[1], me impedían acercarme desprevenidamente al escritor. Pero era un premio nobel de literatura, y colombiano; de manera que no pude resistir más, y adquirí Cien Años de Soledad.
Cien Años de Soledad me cautivó; me embelesé con su lectura, con su riqueza, con su imaginación. De verdad que es una obra maestra de la literatura, una novela maravillosa. La disfruté como nunca lo imaginé.
“José Arcadio estaba entre la muchedumbre que se concentró en la estación desde la mañana del viernes. Había participado en una reunión de los dirigentes sindicales y había sido comisionado junto con el coronel Gavilán para confundirse con la multitud y orientarla según las circunstancias….Hacia las doce, esperando un tren que no llegaba, más de tres mil personas, entre trabajadores, mujeres y niños, habían desbordado el espacio descubierto frente a la estación….Han pasado cinco minutos -dijo el capitán en el mismo tono-. Un minuto más y se hará fuego. José Arcadio Segundo, sudando hielo, se bajó al niño de los hombros y se lo entregó a la mujer. “Estos cabrones son capaces de disparar”, murmuró ella. …José Arcadio Segundo se enpinó por encima de las cabezas que tenía enfrente, y por primera vez en su vida levantó la voz. -¡Cabrones! -gritó-. Les regalamos el minuto que falta. Al final de su grito ocurrió algo que no le produjo espanto, sino una especie de alucinación. El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladoras le respondieron en el acto….Cuando José Arcadio Segundo despertó estaba bocarriba en las tinieblas. Se dio cuenta de que iba en un tren interminable y silencioso, y de que tenía el cabello apelmazado por la sangre seca….descubrió que estaba acostado sobre los muertos. No había un espacio libre en el vagón…quienes los habían puesto en el vagón tuvieron tiempo de arrumarlos en el orden y el sentido en que se transportaban los racimos de banano”. (Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, Alfaguara, 2007, Pags. 345 a 348).
Posteriormente, Gabriel García Márquez escribió una obra que llamó Vivir Para Contarla, y en ella escribió:
“La versión de mi madre tenía cifras tan exiguas y el escenario era tan pobre para un drama tan grandioso como el que yo había imaginado, que me causó un sentimiento de frustración. Más tarde hablé con sobrevivientes y testigos y escarbé en colecciones de prensa y documentos oficiales, y me di cuenta de que la verdad no estaba de ningún lado. Los conformistas decían, en efecto, que no hubo muertos. Los del extremo contrario afirmaban sin un temblor en la voz que fueron más de cien, que los habían visto desangrándose en la plaza y que se los llevaon en un tren de carga para echarlos en el mar como el banano de rechazo. Así que mi verdad quedó extraviada para siempre en algún punto improbable de los dos extremos. Sin embargo, fue tan persistente que en una de mis novelas referí la matanza con la precisión y el horror con que la había incubado durante años en mi imaginación. Fue así como la cifra de muertos la mantuve en tres mil, para conservar las proporciones épicas del drama, y la vida real terminó por hacerme justicia: hace poco, en uno de los aniversarios de la tragedia, el orador de turno en el Senado pidió un minuto de silencio en memoria de los tres mil mártires anónimos sacrificados por la fuerza pública”. (Gabriel García Márquez; Vivir Para Contarla; Grupo Editorial Norma; Bogotá; 2002; pags. 79 y 80).
Es decir, si nunca se supo realmente si existieron tres o tres mil muertos, simplemente la “Masacre de las Bananeras” no pasó de ser un mito. Un mito con base en el cual Jorge Eliecer Gaitán pasó al primer plano de la política nacional; un mito del que se ha valido el socialismo para desinformar la historia.
Los “Acuerdos de Paz” firmados por Santos y las Farc, que el pueblo desautorizó en un solemne plebiscito el 2 de octubre del 2016, son la falacia con que la izquierda colombiana quiere convertir nuestro territorio en una segunda Venezuela.
No podemos permitir que una “falsa paz” tergiverse nuestra historia y convierta en “honorables congresistas” u “honorables diputados” u “honorables concejales” a quienes no fueron más que una partida de pederastas, violadores, asaltantes, secuestradores, extorsionadores, y despreciables miembros de las FARC.
La historia exige que sea escrita y enseñada por hombres y mujeres comprometidos con la verdad, la justicia y la reparación, no por delincuentes a quienes sólo se les debe asegurar las mazmorras, el desprecio y el olvido.
A García Márquez hay que leerlo, deleitarse con el novelista, con el narrador, con el literato, sentirse orgullos de él, pero políticamente dejarlo en el olvido de sus equivocaciones.
[1]https://www.libertaddigital.com/cultura/libros/2014-04-19/la-cara-oscura-de-garcia-marquez-intimo-de-fidel-castro-y-negociador-de-las-farc-1276516195/
*Abogado, Doctor en derecho y docente universitario. Precandidato por el partido Centro Democrático al Concejo de Medellín.