Por: Andrés Mejía-Vergnaud*
Si todavía a alguien le cabía alguna duda, los ataques de las FARC sucedidos a finales de la semana pasada deberían ya dejar en evidencia que, contra lo que con terquedad ha venido afirmando el gobierno, el resurgimiento de la guerrilla es una tendencia que los hechos presentan como indudable. Iniciada la administración Santos, observamos lo que aparentaba ser un incremento de las acciones de la guerrilla, en particular de aquellas en las cuales las FARC lograban éxito en varios objetivos tácticos. La respuesta oficial consistió en desestimar el fenómeno, argumentando, en primer lugar, que las acciones observadas eran del tipo de guerra de guerrillas, muy alejadas de los combates de guerra cuasiregular que llegó a presentar la guerrilla a finales de los noventa, en su cénit estratégico. En segundo lugar, el gobierno quiso convencernos de la absurda tesis según la cual lo que estos ataques mostraban era debilidad de las FARC, una especie de reacción desesperada ante la ofensiva militar. Vistos los hechos de la última semana, analizadas sus características, y entendidos en el contexto de los últimos meses, ambas explicaciones del gobierno son por completo insostenibles.
Basta leer la frase con la cual El Espectador abre su informe sobre el ataque de Tumaco: “Similar a las incursiones guerrilleras que se presentaron en el país hace quince años…” La comparación es acertada: el ataque de Tumaco no fue la acción de esa guerrilla debilitada en la cual pretende el gobierno que creamos; no fue una desesperada maniobra de quien lanza unos morteros y unos disparos, y corre a refugiarse en el monte: fue por el contrario un ataque contundente, bien ejecutado, y sobre todo, propio de un fuerza dotada de recursos tácticos significativos. Sugiere además la defensa de un territorio que se controla efectivamente. Corrió el gobierno a decir que hubo errores tácticos: es posible. Pero eso por sí solo no explica toda la dimensión del asunto: pudo haber un error –no me consta–, pero si lo hubo, la guerrilla tenía la fortaleza suficiente para aprovecharlo.
Pero entre todas las victorias que tristemente han obtenido las FARC en el último año, la mayor de ellas no es producto de sus acciones, sino que es una derrota que su adversario, el Estado, se ha autopropinado: fue el abandono de la iniciativa militar y estratégica en la lucha contra la guerrilla. Si algo ha caracterizado a la administración de Santos ha sido una negligencia radical en este tema: la cuestión de la guerrilla ha caído bien abajo en las prioridades de la administración. Incluso las apariencias son desconcertantes: como me decía un amigo la semana pasada, a Santos se le ve más preocupado por resolver el conflicto palestino que por atender la ofensiva de las FARC. Hace mal el Presidente en reprender a las Fuerzas Militares, como lo hizo ayer, por los reveses de la semana pasada: él es el principal responsable; han sido su falta de liderazgo, y su deficiente identificación de prioridades, lo que ha permitido este resurgir de la guerrilla, el cual, como decíamos, es a la luz de los hechos ya innegable.
*Director Académico del Instituto de Ciencia Política